El predio de Ezeiza respira una mezcla de intensidad, ilusión y exigencia. En un rincón del campo, rodeado de referentes y bajo la atenta mirada del cuerpo técnico, un juvenil de 18 años empieza a escribir sus primeras líneas en el fútbol grande. Se llama Lautaro Rivero y en apenas unos entrenamientos ha logrado captar la atención de todos en River Plate.

Rivero, defensor central surgido de las inferiores del club, fue convocado por primera vez a entrenar con el plantel profesional en la previa a uno de los desafíos más grandes del ciclo actual: el Mundial de Clubes 2025, que se disputará en Estados Unidos. Y aunque su inclusión fue inicialmente pensada como parte de un proceso de adaptación, su rendimiento en las prácticas lo pone en la órbita del plantel que viajará a representar al Millonario en el torneo más importante a nivel de clubes.

En los entrenamientos, Rivero ya mostró destellos de su talento: visión de juego, precisión en velocidad y una personalidad que no se ve todos los días en un chico de su edad. El juvenil se formó en las divisiones inferiores de River desde infantiles y fue creciendo con perfil bajo pero pasos firmes. En la última temporada fue figura en la Reserva, pero no fue suficiente como para poder debutar en el primer equipo, por lo que se fue a préstamo a Central Córdoba, donde tuvo 2 hazañas muy grandes: ganar el primer título del club (Copa Argentina 2024) y ganarle en Copa Libertadores al Flamengo en el Maracaná. Marcelo Gallardo, quien regresó al club para liderar el proyecto internacional, quedó sorprendido con su madurez táctica.

La aparición de Rivero llega en un contexto ideal pero desafiante. River busca renovar energías, sumar alternativas jóvenes y mantener el nivel competitivo en medio de un calendario apretado. Y el Mundial de Clubes, con la posibilidad de enfrentar a potencias como Monterrey o Inter de Milán, se presenta como una oportunidad única para mostrar el ADN del club: el de formar, competir y ganar.

Todavía es temprano para saber si Lautaro integrará la lista final. Pero lo que ya es un hecho es que el chico está en la conversación, y eso no es poco en un club donde la exigencia es constante y los talentos brotan, pero no todos florecen. Mientras tanto, él entrena en silencio, escucha, aprende y deja huella en cada sesión. River tiene una nueva joya, y su nombre empieza a sonar cada vez más fuerte. El futuro puede estar más cerca de lo que parecía.